Bolonia: la oportunidad perdida

En Junio de 1999 los ministros de educación de 29 países europeos firmaron  una Declaración en la que se proponía la creación de un Espacio Europeo de Educación Superior, por el que los estudiantes y graduados pudieran circular libremente y continuar sus estudios independientemente del país en el que estuvieran. Con la firma se inició un proceso que dura hasta nuestros días y que toma el nombre de la ciudad donde se firmó el acuerdo. Se trata del Proceso de Bolonia.

El objetivo principal de todo el Proceso es que un alumno que por ejemplo, llevase 2 años haciendo Medicina en Murcia, pudiera ir a hacer el resto de la carrera en Berlín y al acabar ir a hacer el doctorado a Dublín y luego finalmente conseguir un puesto de trabajo en Nápoles. Y todo sin tener que estar revisando compatibilidades, convalidaciones, papeleo, etc.

Pero para poder cumplir algo así, era necesaria una convergencia de todos los sistemas universitarios.

Para ello se marcaron 2 objetivos secundarios:

1.- Convergencia social, laboral y económica.

Se trataba de adoptar una estructura común de ciclos, grados y demás.

El punto más conflictivo y que produjo manifestaciones y reacciones en contra fue el económico, y es que las nuevas tasas universitarias eran mucho más caras que con el antiguo plan.

2.- Convergencia académica.

Que es el que nos interesa, y es que con el nuevo plan se incluían cambios ambiciosos en cuanto a las metodologías docentes. Toda una serie de medidas para mejorar los sistemas de aprendizaje, evaluación, competencias…por poner algunos ejemplos, se trataba de aumentar la intervención activa del estudiante, reconocer no sólo las horas que dedicaba el profesor (clases, seminarios) sino también el tiempo dedicado por el alumno (horas de estudio), pasar a evaluar no sólo en base a los conocimientos aprendidos, sino a las competencias…

Este segundo punto no fue criticado por los alumnos, ya que realmente nos beneficiaba. Después de que los alumnos protestaran tantos años contra algunos sistemas de evaluación sin resultado alguno, venían órdenes desde arriba de que en efecto, debían cambiar el sistema.

Pero desde el otro lado no se veía tan bien. Aquellos profesores que llevaban tan bien su sistema, no estaban por la labor ahora de bajarse de los pedestales y acercarse al alumno a preguntarle ¿cómo te va?.

Así pues ambas partes se reunieron para debatir cómo realizar la adaptación. Por decir algo. De las negociaciones y debates para poner el nuevo sistema en Medicina hay muchas historias y trapos sucios. Y es que desde siempre los estudiantes no hemos contado para nada, así que en la práctica se trataba de cómo poder seguir haciendo lo mismo pero maquillarlo para que pareciese verosímil.

El resultado de todo esto fue la Guía Docente del Grado de Medicina, disponible en la  Página Web de Medicina.

A simple vista es la otra guía docente más, con los nuevos cambios y adaptaciones según el plan Bolonia. Pero no hay más que mirar un poco más profundamente para darse cuenta de hasta qué punto se están quedando con nosotros. Pongamos algunos ejemplos:

Antes se medían los créditos en función de la labor del profesor. Así, 3 créditos eran 30 horas de clases. Sin embargo los ECTS miden el trabajo del alumno. ¿Cómo calcular eso? Veamos por ejemplo en Anatomía general, la primera de las asignaturas:

Lo que hacen como se puede ver es contar el número de horas que ellos dan (50 h de clase y 28 h de prácticas) y las que quedan hasta el número de créditos deseados ellos suponen que es trabajo personal. Es decir, que en esta asignatura ellos calculan que vamos a estudiar 63 horas. Sí, saben exactamente cuántas horas debes dedicarles. Es de suponer que han ido preguntando a los alumnos y han hecho estadísticas, ¿no?

Además, según esos cálculos basta con estudiar 6 horas al día durante 10 días. Quien se haya estudiado la anatomía en ese tiempo que levante la mano, por favor. Es bastante vergonzoso que los propios profesores no sepan el número de horas que los estudiantes le dedican a su asignatura.

Y si seguimos a la siguiente Anatomía, que recordemos que ambas formaban antes una única asignatura anual, vemos un hecho curioso:

Y es que aquí el Factor B, que es con el que calculan el tiempo de estudio, ¡ha cambiado! Ya no es 1.25, sino 1.37. Es decir, que es más difícil de estudiar una hora de clase de esta asignatura que de la anterior, aunque sea una continuación. ¿Y por qué 1.37? Curiosamente usando ese número nos sale un volumen total de 64 horas, sumando prácticas y clases dan 90 horas. Exactamente el número de créditos con los que cuenta la asignatura. Es decir, que manipulan descaradamente los números para que todo quede bien bonito y equilibrado.

Además, con los nuevos cambios, los departamentos están obligados a indicar las competencias que se adquieren, el tipo de metodología, etc. Vemos un bonito ejemplo en Bioquímica:

¿Debates en grupo? ¿Discutir casos clínicos? ¿Recabar información sobre la percepción por el profesor de su grado de aprendizaje y comprensión de la asignatura? ¡Lo dicen los mismos profesores que se niegan a ver a alumnos fuera de clase! Es todo pura poesía…

Al menos esas asignaturas intentan maquillar para que parezca algo, ya que hay otras como Biología que se saltan cualquier adaptación y se limitan a seguir haciendo lo mismo que en los años anteriores.

Basta con comparar la primera página de la guía docente de la licenciatura (izquierda) y la del grado (derecha), y el resto son exactamente iguales. Corta y pega y alguna corrección por aquí y por allá, y ya está.

Así pues, con breves retoques, bizqueando un poco y todos callados, la Facultad de Medicina se ha adaptado perfectamente a las nuevas metodologías docentes, a una nueva relación entre profesor y alumno, a equipararse al resto de universidades europeas…

No es de extrañar que el Rector José Antonio Cobacho dijera el año pasado aquello de que «El proceso de implantación de Bolonia en Derecho no ha sido el adecuado«. Al menos alguien es sincero con nosotros.

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